Ninguna de las pobres palomas palermitanas ganará jamás un concurso de belleza colombófila. Están sucias, demacradas y se arrastran buscando cualquier miga que echarse al pico. Dicen que una forma fácil de comprobar el nivel de contaminación de una ciudad es mirando el aspecto de sus palomas. No sé si esto es muy científico, pero si lo fuese entonces Palermo estaría bastante mal. Supongo que aquí el calor y la humedad hacen más que la contaminación. Son un complemento perfecto para ese aire de genial decadencia que impregna a la ciudad, y que no cambiaría por nada en el mundo.
Sobre las palomas de las fotos, la primera está pidiendo un lavado, corte y peinado con urgencia (y si me apuráis también unas mechas). Me temo que la segunda se daría con un canto en los dientes por un par de muletas para poder arrastrarse, y con unas cuantas sesiones en el psicoterapeuta. Parece tener la autoestima baja.
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