Viajar a otros países no tiene sentido si no mantienes viva la capacidad de sorprenderte. Ver gente, usos, costumbres diferentes, te hace sentir más vivo, menos encerrado en tu mundo. Y para tener esa sensación, nada como Nueva York. Ahí se aglutinan todo tipo de culturas, pasadas por el filtro norteamericano. Me encanta ver cosas como la de la foto. Un bote de pepinillos kosher. Los alimentos kosher cumplen con los preceptos de la ley judía, y por tanto son considerados puros por los practicantes de esa religión. ¡Menudos pepinillos! desde luego, de una talla mucho mayor que los hispanos, al igual que todo lo que viene de Estados Unidos. Si en España venden botes de medio litro, en USA no resulta extraño que la medida standard sea un galón (3,78 litros). En fin, que me llamó muchísimo la atención encontrar pepinillos con ese "visto bueno" religioso. Genial!
sábado, 11 de abril de 2009
martes, 7 de abril de 2009
Gastronomía neoyorkina (y 4)
En cualquier chino que se precie de serlo no puede faltar el pato laqueado. En el barrio chino de Nueva York tampoco, pero los muestran de una manera que a los occidentales nos sorprende. El problema es que se ve perfectamente al pobre pato, con pico y todo, colgando de un gancho cuando nosotros lo solemos ver campando a sus anchas en jardines y estanques. La verdad es que mirándolos de cerca, tan asaditos y crujientitos se despertaban mis instintos más primitivos. Daban ganas de comerlos con las manos. ¡Ay si mi hija se enterase de esto, con lo que le gustan los patitos!
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domingo, 5 de abril de 2009
Gastronomía neoyorkina (3)
La anguila y el pez gato son otros de los manjares que se pueden encontrar en las pescaderías de Chinatown. La verdad es que estos establecimientos tienen el género fresquísimo, como no se encuentra en ninguna otra pescadería española, ya que muchos de los peces están.... vivos. Las anguilas un poco menos vivas que el resto, ya que el agua parecía no haberse renovado desde hacía muchas horas. El pez gato era muy pequeñito, ya que llegan a medir hasta dos metros y muchísimos kilos de peso. Había sólo uno y se retorcía como loco con las carpas y las lubinas protestando constantemente. Cuando llevaban un rato fuera del agua y empezaban a dejar de moverse, los volvían a lanzar a unos cubos llenos de agua, y ¡a coger fuerzas hasta la próxima vez que le toque! Probé el pez gato, pero no en Nueva York ni en un restaurante chino. Estaba rebozado y muy rico. Su sabor era muy suave, y sabía a bacalao. En fin, hay que probar de todo....
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