La ciudad de Heidelberg cuenta con un gran castillo que la vigila desde las alturas y que fue la sede del Palatinado. Fue famoso, entre otras cosas, por haber contenido una biblioteca en la que aparecieron numerosas obras griegas y romanas desconocidas hasta el momento de su descubrimiento. En el siglo XIX sufrió una restauración que ha resultado paradigmática en la historia de esa disciplina. En pleno fervor del romanticismo, se quiso mantener ese ambiente decadente e idílico que evocaba tiempos pasados. El resultado no fue muy fiel a la historia, pero resulta curioso. Un ejemplo es este torreón al que se le ha desprendido parte de su muro. Lejos de reconstruirlo, se dejó el lienzo desprendido in situ como modelo para pintores. Todo muy "romántico". Por cierto, pasado mañana es San Valentín.
viernes, 12 de febrero de 2010
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